Actualmente la industria del reciclaje se ha convertido en pan de cada día. A diario, es raro no toparnos con afiches publicitarios incentivando el reciclaje, jóvenes impulsando a otros a trabajar por un mejor ambiente; y es algo que probablemente ignoramos todos.

Sin embargo, al otro lado de la calle, esta realidad le toca vivir a personas que se han visto en la necesidad de llevar este estilo de vida.

María Ávila, una madre de 67 años, viene recorriendo las calles de California en la ciudad de Trujillo desde aproximadamente 5 años, que junto a sus hijos realizan esta ardua labor del reciclaje todos los días.

Normalmente María y sus hijos salen de su casa, en Huamán, a partir de las 3:30 de la tarde. Su jornada empieza en el Ovalo Larco, y empiezan sus rutas en diferentes puntos de la ciudad como: fotocopiadoras, librerías, bancos, etc. donde le es reservado cierta cantidad de papeles y cartones, por los mismos dueños y trabajadores, que ya conocen a María.

En este lapso, el trabajo que realiza María, es de recoger los botes llenos de papeles, llenarlos en bolsas separadas, unas de papel y otras de cartón, y botar la basura que se encuentran en los botes para después llevarlos en un carrito que ella misma moviliza.

Alrededor de las 6 de la tarde, pasa por las fotocopiadoras ubicadas al frente de la universidad Cesar Vallejo, ahí algunos trabajadores guardan tachos de papel para María, y junto a ella, nuevamente a separar los papeles, los que sirven y los que no.

Ya a las 10 de la noche, y con el frio de la ciudad, María va terminando su jornada, al igual que sus hijos, y va con el carrito a su casa, para que al día siguiente los lleve a vender.

Esta constante actividad y por el esfuerzo físico que demanda, le ha llevado a sufrir dolores fuertes en las rodillas, y esto causa a que el tiempo de su trabajo disminuya, y por lo tanto sus ingresos también, pero por la necesidad de llevar sustento a casa María continúa esforzándose.

Autor: Mireya Carrión